Compartimos
a 62 años del renunciamiento de la compañera Evita aquel discurso histórico.
JP Evita
Lomas de Zamora.
Renunciamiento de Eva Perón.
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En la Asamblea Popular
realizada en la avenida 9 de Julio, que se constituyó en Cabildo Abierto del
Justicialismo, Eva renunció ante el pueblo a la candidatura a la
vicepresidencia de la Nación.
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22 de
agosto de 1951.
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Excelentísimo
señor presidente; mis queridos descamisados de la Patria:
Es para
mí una gran emoción encontrarme otra vez con los descamisados, como el 17 de
octubre y como en todas las fechas en que el pueblo estuvo presente. Hoy, mi
general, en este Cabildo del Justicialismo, el pueblo, que en 1810 se reunió
para preguntar de qué se trataba, se reúne para decir que quiere que el
general Perón siga dirigiendo los destinos de la Patria. Es el pueblo, son
las mujeres, los niños, los ancianos, los trabajadores, que están presentes
porque han tomado el porvenir en sus manos, y saben que la justicia y la
libertad únicamente la encontrarán teniendo al general Perón al frente de la
nave de la Nación.
Mi
general: son vuestras gloriosas vanguardias descamisadas las que están
presentes hoy, como lo estuvieron ayer y estarán siempre, dispuestas a dar la
vida por Perón. Ellos saben bien que antes de la llegada del general Perón
vivían en la esclavitud y por sobre todas las cosas, habían perdido las
esperanzas en un futuro mejor. Saben que fue el general Perón quien los
dignificó social, moral y espiritualmente. Saben también que la oligarquía,
que los mediocres, que los vendepatria todavía no están derrotados, y que
desde sus guaridas atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad. Pero
nuestra oligarquía, que siempre se vendió por cuatro monedas, no cuenta en
esta época con que el pueblo está de pie, y que el pueblo argentino está
formado por hombres y mujeres dignos capaces de morir y terminar de una vez
por todas con los vendepatrias y con los entreguistas.
Ellos
no perdonarán jamás que el general Perón haya levantado el nivel de los
trabajadores, que haya creado el Justicialismo, que haya establecido que en
nuestra Patria la única dignidad es la de los que trabajan. Ellos no
perdonarán jamás al general Perón por haber levantado todo lo que desprecian:
los trabajadores, que ellos olvidaron; los niños y los ancianos y las
mujeres, que ellos relegaron a un segundo plano.
Ellos,
que mantuvieron al país en una noche eterna, no perdonarán jamás al general
Perón por haber levantado las tres banderas que debieron haber levantado
ellos hace un siglo: la justicia social, la independencia económica y la
soberanía de la Patria.
Pero
hoy el pueblo es soberano no sólo cívicamente sino también moral y
espiritualmente. Mi general: estamos dispuestos, los del pueblo, su
vanguardia descamisada, a terminar de una buena vez con la intriga, con la
calumnia, con la difamación y con los mercaderes que venden al pueblo y al
país. El pueblo quiere a Perón no sólo por las conquistas materiales –este
pueblo, mi general, jamás ha pensado en eso, sino que piensa en el país, en
la grandeza material, espiritual y moral de la Patria-, porque este pueblo
argentino tiene un corazón grande y piensa en los valores por sobre los
valores materiales. Por ello, mi general, hoy esta aquí, cruzando caminos,
acortando kilómetros con miles de sacrificios, para decirnos “presente”, en
este Cabildo del Justicialismo.
Es la
Patria la que se ha dado cita al llamado de los compañeros de la
Confederación General del Trabajo, para decirle al Líder que detrás de él hay
un pueblo, y que siga, como hasta ahora, luchando contra la antipatria,
contra los políticos venales y contra los imperialismos de izquierda y de derecha.
Yo, que
siempre tuve en el general Perón a mi maestro y mi amigo –pues él siempre me
dio el ejemplo de su lealtad acrisolada hacia los trabajadores-, en todos
estos años de mi vida he dedicado las noches y los días a atender a los
humildes de la Patria sin reparar en los días ni en las noches, ni en los
sacrificios.
Mientras
tanto ellos, los entreguistas, los mediocres, los cobardes, de noche tramaban
la intriga y la infamia del día siguiente, yo, una humilde mujer, no pensaba
sino en los dolores que tenía que mitigar y en la gente a que tenía que
consolar en nombre vuestro, mi general, porque se el cariño entrañable que
sentís por los descamisados y porque llevo en mi corazón una deuda de
gratitud para con los descamisados que el 17 de octubre de 1945 me
devolvieron la vida, la luz, el alma y el corazón al devolverme a Perón.
Yo no
soy más que una mujer del pueblo argentino, una descamisada de la Patria,
pero una descamisada de corazón, porque siempre he querido confundirme con
los trabajadores, con los ancianos, con los niños, con los que sufren,
trabajando codo a codo, corazón a corazón con ellos para lograr que lo
quieran más a Perón y para ser un puente de paz entre el general Perón y los
descamisados de la Patria.
Mi
general: aquí en este magnífico espectáculo vuelve a darse el milagro de hace
dos mil años. No fueron los sabios, ni los ricos, ni los poderosos los que
creyeron; fueron los humildes. Ricos y poderosos han de tener el alma cerrada
por la avaricia y el egoísmo; en cambio, los humildes, como viven y duermen
al aire libre, tienen las ventanas del alma siempre expuestas a las cosas
extraordinarias. Mi general: son los descamisados que os ven a vos con los
ojos del alma y por eso os comprenden, os siguen; y por eso, no quieren más
que a un hombre, no quieren a otro: Perón o nadie.
Yo
aprovecho esta oportunidad para pedir a Dios que ilumine a los mediocres para
que puedan ver a Perón y para que puedan comprenderlo, y para que las futuras
generaciones no nos tengan que marcar con el dedo de la desesperación si
llegaran a comprobar que hubo argentinos tan mal nacidos que a un hombre como
el general Perón, que ha quemado su vida para lograr el camino de la grandeza
y la felicidad de la Patria, lo combatieron aliándose con intereses foráneos.
No me
interesó jamás la insidia ni la calumnia cuando ellos desataron sus lenguas
contra una débil mujer argentina. Al contrario, me alegre íntimamente, porque
yo, mi general, quise que mi pecho fuera escudo para que los ataques, en
lugar de ir a vos, llegaran a mí. Pero nunca me dejé engañar. Los que me
atacan a mí no es por mí, mi general, es por vos. Es que son tan traidores,
tan cobardes que no quieren decir que no lo quieren a Perón. No es a Eva
Perón a quien atacan: es a Perón.
A ellos
les duele que Eva Perón se haya dedicado al pueblo argentino; a ellos les
duele que Eva Perón, en lugar de dedicarse a fiestas oligárquicas, haya
dedicado las horas, las noches y los días a mitigar dolores y restañar
heridas.
Mi
general: aquí está el pueblo y yo aprovecho esta oportunidad para agradecer a
todos los humildes, a todos los trabajadores, a todas las mujeres, niños y
hombres de la Patria, que en su corazón reconocido han levantado el nombre de
una mujer, de una humilde mujer que los ama entrañablemente y que no le
importa quemar su vida si con ello lleva un poco de felicidad a algún hogar
de su Patria. Yo siempre haré lo que diga el pueblo, pero yo les digo a los
compañeros trabajadores que así como hace cinco años dije que prefería ser
Evita antes de ser la esposa del presidente, si ese Evita era dicho para
calmar un dolor en algún hogar de mi Patria, hoy digo que prefiero ser Evita,
porque siendo Evita sé que siempre me llevarán muy dentro de su corazón. ¡Qué
gloria, qué honor, a qué más puede aspirar un ciudadano o una ciudadana que
al amor del pueblo argentino!
Yo me
siento extraordinariamente emocionada. Mi humilde persona no merece el cariño
entrañable de todos los trabajadores de la Patria. Sobre mis débiles espaldas
de mujer argentina ustedes cargan una enorme responsabilidad. Yo no sé cómo
pagar el cariño y la confianza que el pueblo deposita en mí. Lo pago con
amor, queriéndolo a Perón y queriéndolos a ustedes, que es como querer a la
Patria misma.
Compañeros:
Yo quiero que todos ustedes, los del interior, los del Gran Buenos Aires, los
de la Capital, en fin, los de los cuatro puntos cardinales de la Patria, les
digan a los descamisados que todo lo que soy, que todo lo que tengo, que todo
lo que hago, que todo lo que haré, que todo lo que lo que pienso, que todo lo
que poseo no me pertenece: es de Perón, porque él me lo dio todo, porque él,
al descender hasta una humilde mujer de la Patria, la elevó hacia las alturas
y la puso en el corazón del pueblo argentino.
Mi
general: si alguna satisfacción podría haber tenido es la de haber
interpretado vuestros sueños de patriota, vuestras inquietudes y la de haber
trabajado humilde pero tenazmente para restañar las heridas de los humildes
de la Patria, para cristalizar esperanzas y para mitigar dolores, de acuerdo con
vuestros deseos y con vuestros mandatos.
Yo no
he hecho nada, todo es Perón. Perón es la Patria, Perón es todo, y todos
nosotros estamos a distancia sideral del Líder de la nacionalidad. Yo, mi
general, con la plenipotencia espiritual que me dan los descamisados de la
Patria, os proclamo, antes que el pueblo os vote el 11 noviembre, presidente
de todos los argentinos. La Patria está salvada, porque está en manos del General
Perón.
A
ustedes, descamisados de mi Patria, y a todos los que me escuchan, los estrecho
simbólicamente muy, pero muy fuerte, sobre mi corazón.
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