“Por
eso, este 9 de Julio debe servir para que cada argentino, piense cómo piense,
provenga de dónde provenga, sepa que no se puede dejar engañar nunca más. Ni
tampoco ver en otro hermano que está en otro partido o que piensa diferente o
que viene de un lado diferente, un enemigo, al contrario.” Cristina
Fernández de Kirchner, Tucumán, 9 de julio de 2012.
Vamos camino al bicentenario de
aquella declaración a partir de la cual las Provincias Unidas rompieron
definitivamente los lazos con el dominio español, luego de la revolución y las
guerras de independencia encabezadas por grandes líderes como Artigas, Güemes o
José de San Martín, y protagonizadas por los sectores populares movilizados en
las montoneras y ejércitos libertadores.
Aquel célebre Congreso de Tucumán
quedó inmortalizado como una postal más dentro de los hechos resonantes de
nuestra historia, y la idea de "independencia" pasó a ser repetida
una y otra vez en actos escolares y medios de comunicación sin demasiado contenido
ni análisis.
Ahora bien nos preguntamos ¿Puede
ser independiente un país cuya economía es programada desde Londres o
Washington? ¿Donde las políticas económicas que van a ser aplicadas a su pueblo
son adaptaciones locales a las “recetas” de los organismos internacionales de
crédito? ¿Con sus recursos naturales y sus servicios públicos, con su moneda y
su sistema bancario, al servicio de las multinacionales? ¿“Integrado” al mundo
a través de relaciones carnales y de esa cuerda que aprieta su cuello y se
llama “deuda externa”?
De esto se desprende,
inevitablemente, otra pregunta ¿Puede ser independiente un país injusto? ¿Con
excluidos, con millones de desempleados, con altas tasas de pobreza e
indigencia, sin escuelas ni hospitales? ¿Podríamos celebrar nuestra
“independencia” con un panorama así?
Hagamos de esa palabra tan
importante, la Independencia, algo con contenido, con significado, algo
concreto. De otra manera, será otra palabra vacía, como el “diálogo” que pide
la oposición para ocultar sus pretensiones de ajuste y retroceso a 1990.
Independencia es no depender del FMI, negarse a la trampa mortal del ALCA,
resistir a financiar el Estado con préstamos externos, recuperar el petróleo y
la aerolínea nacional, reestatizar los fondos previsionales, poner al Banco
Central al servicio del desarrollo y la equidad, llevar adelante una política
de integración latinoamericana sin precedentes con el Mercosur, la UNASUR y la CELAC,
impulsar la reindustrialización nacional, ratificar el reclamo por Malvinas,
entre cientos de medidas que podemos mencionar.
Sin esa autonomía no puede
entenderse la Asignación Universal por Hijo, la recuperación de millones de
puestos de trabajo, la apertura de las paritarias, la reducción de la pobreza e
indigencia, las más de mil escuelas, los planes de vivienda, la inversión
nacional en ciencia y tecnología, la democratización de los medios y de la
Justicia, los juicios a los genocidas ni la ampliación de derechos a través del
matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y la reciente ley de
fertilidad asistida. Tampoco se explica la militancia de miles de jóvenes ni el
rotundo apoyo popular a un gobierno elegido tres veces (Néstor Kirchner y las
elecciones de Cristina).
Sin embargo, a pesar de todos
estos logros, no se concretó aún la independencia nacional. Nuestro transporte
y servicios públicos siguen en manos de empresarios privados y lejos de las
necesidades y el bienestar de los trabajadores, el modelo minero neoliberal aún
permite el drenaje de nuestros recursos al exterior y el modelo sojero avanza
sobre las tierras de los pueblos originarios, y las corporaciones financieras
no dejan de responder a los mismos intereses de siempre, que no son
precisamente los del pueblo, sabemos, asumimos y pelearemos por lo que falta. Asimismo,
la precarización y tercerización laboral como también la regresividad
impositiva son obstáculos para el logro de la justicia social.
En esa lucha histórica estamos
por eso decimos que vamos por lo que falta.
Por la definitiva independencia,
la que se logrará articulada a la soberanía política y la justicia social, en
una Latinoamérica integrada y unida para desarrollarse y resistir al imperio de
turno. Mucho se hizo en estos 9 años, mucho falta por hacer.
Creemos e interpretamos que el
camino a la independencia definitiva que iniciaron Belgrano, San Martín y
Artigas y emprendieron Juan Manuel de Rosas, Yrigoyen y Perón, y que se retomó
fugazmente con Cámpora en 1973, es el que marcó Néstor Kirchner un 25 de mayo
del 2003, éste que estamos andando hoy, liderados por la compañera Presidenta Cristina
Fernández.
JP Evita Lomas de Zamora.
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